Destacar en esta novela Corazón que ríe, corazón que llora de la autora antillana Marysé Condé, nacida en Pointe-à-Pitre en la isla de Guadalupe, algunas referencias.
1/ La compleja relación que mantuvo Marysé con su severa madre a la que, por otro lado, adoraba. Como nos deja ver en esta narración autobiográfica.
2/ Educada en francés, dice, que más allá de la escuela, a sus compañeras blancas no se planteaba tratarlas. Los blancos, negros y mulatos no se mezclan.
3/ No comprendía que personas notables como podían ser sus padres, en su isla, rivalizaran con los camareros en la metrópoli y hasta los envidiaran…
4/ El libro nos habla de “las mujeres juncos” que ningún huracán quiebra y entre las que Marysé encaja perfectamente.
5/ Cuando su madre la lleva a ver a la tata Julia muerta y se acerca a darle un beso, describe muy sorprendida que los muertos están rígidos y fríos; pero de un frío no comparable a nada… Y que supo cual era la casa de su tata cuando vio en una puerta colgado, un crespón negro, que indicaba que allí había un muerto.
6/Cuando su hermano Sandrino le dice que sus padres estaban “alienados”, ella se pregunta si los alienados serían personas que quieren ser como no son porque como son, no les gusta…
7/ El prematuro exilio le dio a Marysé una existencia apátrida con la que permanece.
7/ Y destacar, por último, algunos “dichos” que utiliza la traductora Martha Asunción Alonso que me han chocado y hecho gracia:
“No sabía hacer la O con un canuto”
“Se la trae al pairo”
“Como lagarto al sol”
“Currando sin parar”
“Me ganaba una colleja”
“Airear los pinreles”
“La enharinaba de polvos como si fuera a freírla a la romana.
Me ha parecido un bello libro y como me ha sabido a poco, leeré la continuación de esta historia. También espero poder visitar este verano Gordes en la Provenza francesa, donde vive Marysé.